jueves, 2 de enero de 2014

LOS NIÑOS LLORONES - NUEVOS APORTES



*** Al final del post iré subiendo los videos de Youtube, a medida que los vaya creando. Ya está lista la primera parte del post en forma de video :) ***

Esta leyenda urbana es una de las más conocidas, no solamente por su difusión a través de Internet, sino porque lleva varias décadas rondando nuestras tierras. Existen muchos posts y artículos al respecto, sin embargo no quiero dejar pasar la oportunidad de realizar mi aporte.
No se trata en esta ocasión de una leyenda urbana sin rastro visible, sino que hay un hecho sumamente interesante: estos cuadros existían realmente en muchas casas, inclusive en las de varios de ustedes lectores; muchos de nosotros los hemos visto al menos una vez; y sin embargo, una serie de rumores provocó la destrucción de muchos de ellos (o al menos la desaparición de sus lugares habituales).






Lo que solemos encontrar en Internet relata incansablemente el origen de tales cuadros, las razones para deshacerse de ellos, el oscuro pasado de su autor. Poca atención se presta acerca de los por qué de su popularidad en primer lugar; y ante esta cuestión se apela al recurso fácil del tradicional pacto demoníaco. A este respecto no me limito a repetir los datos que pueden hallarse tan fácilmente, sino que propongo alguna otra reflexión posible. Para mantener cierto orden, incluyo un brevísimo resumen de lo que ya todos conocemos.




La obra

Posiblemente todos los que al menos rondamos los 30 años, hayamos tenido la oportunidad de contemplar estos misteriosos cuadros en la casa de algún familiar, de algún amigo, o en la nuestra propia. Lo más común es haber conocido solamente uno, ese lienzo en el que se plasmaba el llanto inquietante de un niño. Seguramente pensábamos, en aquellos tiempos, que tal imagen era única, y no teníamos idea de que ese rostro acongojado devolvía las miradas a otros niños en tantos otros hogares. Seguramente no sabíamos que esos pequeños llorones eran en realidad 27.




El autor

La serie conocida como “Los niños llorones” se le atribuye a Bruno Amadio, un pintor veneciano nacido en 1911, que en sus años de juventud habría adherido a los principios del fascismo. Durante la Segunda Guerra Mundial fue movilizado como soldado del ejército italiano, etapa durante la cual habría sido testigo de los horrores que la guerra reserva para sus numerosas víctimas. A partir de esta experiencia se inspiró para plasmar el sufrimiento que se hacía dolorosamente visible en los rostros de los niños. Amadio acostumbraba firmar estos retratos como Angelo Bragolin, Giovanni Bragolin o J. Bragolin.



Un ejemplo de cómo este tema llega a la televisión y se dispara el delirio basándose en el mismo palabrerío de siempre.


Variantes de la leyenda negra. Sus inconsistencias.

En referencia a la serie de cuadros tradicionalmente conocida como “Los niños llorones”, existen tres versiones acerca de su origen, sus efectos nefastos y las causas de la destrucción de estos cuadros:


  • La primera, la más extendida, es aquella que hace referencia al cuadro como un objeto maldito; se dice que los niños que sirvieron como modelo para realizar los retratos (huérfanos a causa de la guerra o institucionalizados) murieron al poco tiempo de forma terrible, generalmente quemados por el fuego. Hay versiones según las cuales todos vivían en un mismo orfanato y perecieron en un gran incendio. Entonces sus almas atormentadas pasaron a habitar los lienzos, por lo que la discordia y la mala suerte entraban junto con ellos en las casas de sus poseedores. Analizando con un poco más de atención, vemos que sería necesario un período de tiempo muy prolongado para realizar los 27 retratos que se estima componen la serie, tiempo que el pintor debería haber pasado viviendo en tal orfanato o en sus alrededores. Además esta versión atañe únicamente a los cuadros originales, por lo que no afectaría en principio a las populares reproducciones que adornaron tantas casas en décadas pasadas. Sin embargo es justamente a estas reproducciones a las que se les atribuían las particularidades que caracterizan esencialmente la leyenda: la de cobrar vida durante la noche para asesinar a todos aquellos que hayan descubierto la verdad sobre los cuadros, y la de provocar incendios que destruían la casa que los albergaba, siendo la imagen lo único que misteriosamente se salvaba de las llamas. Ante tal peligro (que, repito, no se supone referido a las copias, solo a los originales), la forma de deshacerse de los retratos era quemándolos; llamativamente, al hacerlo se volvía a alimentar las llamas con aquellos niños desgraciados (con sus almas), lo cual volvía al rito efectivo aunque muy cruel (a nivel inconciente). Lo que esta versión no establece claramente son las causas de la popularidad de los retratos.

  • La segunda versión propone un Amadio pederasta, que violaba niños y luego los retrataba mientras lloraban. Esta hipótesis mundana y repugnante es la menos difundida pero la más plausible (no necesariamente creíble), la menos reñida con el sentido común y la física, la más alejada del polo paranormal acercándose al campo de la parafilia criminal. Sin embargo, teniendo en cuenta las circunstancias en las que estos cuadros habrían sido realizados (el servicio en las filas italianas durante la Segunda Guerra Mundial), difícilmente un secreto de este calibre haya podido mantenerse en las sombras, al menos sin una orquestación masiva entre un número importante de implicados decididos a mantener silencio al respecto. Aunque por otro lado, el contexto de la guerra podría haber sido un factor facilitador para abusos de ese y otros tipos, como suelen serlo todas las guerras. De todas maneras, en esta versión se trata de un origen escabroso de los retratos, que difícilmente se enlaza con algún tipo de manifestación paranormal dañina. Siendo la menos difundida, prácticamente no tiene lugar como causal de la destrucción de las copias. Tampoco explica la gran popularidad de las mismas.

  • La tercera versión nos dice que el pintor, cansado de no ser reconocido, hizo un pacto con el diablo para obtener fama y fortuna, de ahí el éxito rotundo de las reproducciones de sus obras, tanto en países europeos como americanos. Con respecto a esta vertiente, no hay mucho que se pueda sacar en claro, ya que tiene como premisa un pacto secreto e inviolable con el rey de la oscuridad. El único elemento supuestamente probatorio de tal contrato sería la popularidad repentina de la serie de cuadros de los niños llorones. Pero sabemos lo habitual que es este recurso en las leyendas urbanas: ante una situación de éxito y reconocimiento inusitados, se buscan explicaciones turbias y paranormales para tales logros. Si se acepta la posibilidad de que los cuadros sean producto de un pacto demoníaco, se vuelve comprensible el impulso de destruirlos al conocer este origen. Curiosamente, la forma de hacerlo era a través del fuego, elemento tradicionalmente relacionado con el demonio y el infierno; puede ser contradictorio en el sentido de que el fuego no puede destruir al fuego, o puede ser viable si se piensa en tal acto como una forma de “devolver” tal obra demoníaca al fuego de donde vino. De las tres versiones, es la que explica tanto la popularidad de los retratos (influencia del demonio) como el posterior rechazo a los mismos (al conocerse su origen oscuro). Sin embargo el recurso del pacto demoníaco cierra toda posibilidad de explicación, al impedir el despliegue imaginativo.



Posible causa de la popularidad de los retratos. Variante “positiva” de la leyenda.

Existe una cuarta posibilidad que podría explicar la masiva adquisición de los retratos. Plantea que tales cuadros en realidad servían no solamente como elementos decorativos, sino como una forma simbólica de protección para los niños de la casa: el dolor y el sufrimiento de aquellas pobres víctimas de la guerra podrían conjurar, de alguna manera, el mal que pudiera acaecer a los más pequeños. Esta versión se opone diametralmente a las anteriores, plantea una hipótesis razonable para la popularidad de las copias, y no se adentra demasiado en terreno metafísico. Podríamos pensar, siguiendo esta línea, que tras esas miradas llorosas no acechaba ningún espíritu maligno, sino más bien vigilaba alguna entidad benéfica; pensemos cómo tradicionalmente a los niños se les enseña, más allá de las creencias religiosas familiares, a encomendarse a su ángel de la guarda, para entender lo habitual de estas costumbres.



Recapitulando

Podemos decir entonces que a un período bastante largo de popularidad de estos cuadros le siguió un movimiento de rechazo a los mismos, lo que ocasionó su progresiva desaparición. Hemos revisado algunas posibilidades para estos dos momentos. Queda por investigar cómo se puso en práctica esa desaparición y cómo, en un tiempo donde no existían medios de comunicación como los actuales, esa desaparición se tornó masiva.



A modo de conclusión

Con este texto no pretendo influenciar o atacar las creencias de ninguna persona; simplemente quise hacer un esfuerzo de reflexión acerca de un fenómeno en el que indirectamente me vi implicado. Yo también, siendo niño, vi casi a diario uno de estos cuadros, yo también hice la vertical para ver al “monstruo” (porque al cuadro no me dejaban moverlo). Y en este caso también, de un día para el otro, el niño llorón desapareció.

Hernán Ibarra

El cuadro que yo conocí

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Primer video



Fuentes (solo para ahondar en la versión popular de la leyenda, ya que fue tratada muy superficialmente en este post):
http://es.wikipedia.org/wiki/Bruno_Amadio
http://tejiendoelmundo.wordpress.com/2009/08/10/los-ninos-llorones-los-cuadros-malditos-de-bruno-amadio/
http://www.3djuegos.com/foros/tema/624196/0/el-cuadro-del-nino-lloron/

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